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Informa AFP

Poeta de renombre internacional, muy apreciado en Italia, Alemania y Suiza y los países anglohablantes, Bonnefoy obtuvo el Gran Premio de Poesía de la Academia Francesa en 1981, el Premio Goncourt de poesía (1987) y el premio mundial Cino del Duca (1995).

A lo largo de su carrera, Bonnefoy fue declarado doctor honoris causa de varias universidades extranjeras y dictó cátedra en Ginebra y Estados Unidos.

De 1981 a 1993 tuvo a su cargo la cátedra de estudios comparados de la función poética del prestigioso Collège de France, institución que informó de su fallecimiento.

Yves Bonnefoy, autor de una poesía grave y generosa, atenta a la sonoridad, colocó en el centro de su obra el desgarramiento de la conciencia contemporánea y la función que pueden cumplir la poesía y el arte.

“Todo lo que nos rodea puede inspirar la poesía”, solía decir el poeta de mirada metálica y melena blanca.

“Me entristece ver que nuestro sistema educativo no le da a la poesía el lugar que merece”, decía este hombre secreto, cuya obra de crítica literaria aportó mucho a los estudios de literatura.

“La poesía intensifica el lenguaje”, decía en abril pasado al presentar su último libro, “L’Echarpe Rouge”, un viaje en el tiempo en el corazón de su memoria.

“Delante mío está todo, está el futuro de la poesía”, comentó en esa ocasión.

Yves Bonnefoy nació el 24 de junio de 1923 en Tours, centro de Francia, y era hijo de un obrero ferroviario y una maestra.

En 1943 abandonó los estudios de matemáticas y se dedicó, en París, a la historia de la filosofía y de la ciencia, bajo la influencia de Gaston Bachelard y Jean Hippolite.

Al inicio de su vida literaria Bonnefoy adhirió al surrealismo, del cual se separó en 1947, cuando empezó a frecuentar el movimiento CoBrA (acrónimo de Copenhague, Bruselas, Amsterdam, donde residían la mayoría de los fundadores).

En esa época conoce también al poeta Paul Celan y al pintor Victor Brauner.

Desde la publicación “Del movimiento y la inmovilidad de Douve”, libro a contracorriente de la época, marcado por la sobriedad y por una búsqueda interior, su poesía fue saludada por la crítica.

Recibió el apoyo de numerosos y fieles lectores, seducidos por su gusto de lo “sensible” y su rechazo de los “conceptual” y de los “abstracto”.

Yves Bonnefoy instauró en mucho de sus libros un diálogo con grandes artistas como Alechinsky, Tapies o Zao Wou-Ki.

También analizó la poesía de otros autores en libros como “Necesidad de Rimbaud” y “Beaudelaire: la tentación del olvido”.

Y se destacó en la traducción de autores como Shakespeare, Yeats o Yorgos Seferis.

 

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                               Concurso jóvenes talentos                                              Universidad Camilo José Cela