Adiós a Caballero BonaldJosé Manuel Caballero Bonald, premio Cervantes 2012 y uno de los grandes poetas españoles contemporáneos, ha fallecido a los 94 años de edad. Nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) el 11 de noviembre de 1926. Cursó estudios de Filosofía y Letras en las universidades de Madrid y Sevilla y después se trasladó a Colombia, para dar clases de Literatura Española, combinando su labor literaria con la docencia. Perteneciente a la Generación del 50, como poeta se inicia en 1948 con 'Poesía' (1945-1948), a la que siguió una extensa obra tanto de poesía como de narrativa. A continuación reproducimos un fragmento de la tesis doctoral titulada LA NOVELA DE JOSÉ MANUEL CABALLERO BONALD. FICCIÓN Y AUTOFICCIÓN. UNA APROXIMACIÓN SEMIÓTICA, de Antonio Unzué, una de las aproximaciones más completas a la obra del escritor.

 

Por ANTONIO UNZUÉ

 

[La obra narrativa]

 

            La dedicación a la novela se produce en Caballero Bonald con posterioridad a su interés por la poesía. Si los primeros poemas se corresponden con los últimos años cuarenta y su primer poemario es publicado en 1952, su primera novela no apareció hasta 1962. Este aprendizaje de la tarea literaria en la poesía no es algo infrecuente y marca significativamente al escritor. Su preocupación por la palabra no es ajena a este noviciado poético. En el prólogo escrito para la edición de Islas sin mapa de Ignacio Aldecoa, en la que se recoge la obra poética del narrador vasco,  puede encontrarse este párrafo, muy ilustrativo de la visión que Caballero Bonald tiene de las relaciones entre poesía y narrativa:

 

Siempre he compartido la idea de que los novelistas que empezaron siendo poetas, mantienen a todo lo largo del desarrollo cíclico de su obra como una impregnación estilística, un gusto ornamental difícilmente rastreable en los casos en que no se produce ese previo ejercicio expresivo. Tal vez no sea más que una presunción  muy poco convincente como tal indicio teórico, pero de cualquier forma tampoco encuentro argumentos que desmientan que la vitalidad léxica de un novelista tiene bastante que ver con el hecho de haber cursado su correspondiente noviciado poético. (Caballero Bonald, José Manuel, “Acerca de la poesía de Ignacio Aldecoa”. En Aldecoa, Ignacio (1997), Islas sin mapa: p.12)

 

            En el caso de Caballero Bonald, todos los críticos coinciden en la relevancia que el estilo, la expresión, adquiere en su obra novelesca por encima de otros factores. Algunos llegan, incluso, a cuestionar su idoneidad, pues eclipsa otros aspectos tradicionalmente más novelescos, como la trama o la construcción de los personajes. Junto con el estilo, el escritor ha desarrollado una obra rodeada de una calculada ambigüedad, lo que desvía el resultado de la novela tradicional. Es una propuesta literaria muy definida, desarrollada progresivamente con el norte inalterado de la exigencia formal. Ya se ha hecho mención del concepto de literatura defendido por el escritor en el que el estilo, la lengua y la manipulación artística en general están llamadas a penetrar en los aspectos menos diáfanos de la realidad.

 

            La primera novela de Caballero Bonald, premio Biblioteca Breve 1961, aparece publicada en Seix Barral en el año 1962, diez después de la presentación de su primer poemario, Las adivinaciones.  Se trata de un relato ajustado, en cierta medida, a los postulados socialrealistas. Sin embargo, si bien es evidente la intención crítica del escritor, la denuncia de una situación de estancamiento sociopolítico, no lo es menos la exigencia artística en el relato. La contención conseguida por el escritor no significa, como sucede en otras novelas contemporáneas, una renuncia a la concepción literaria del relato. Esto es lo que una simple lectura permite concluir y el autor manifiesta con rotundidad:

 

Yo creo que en mi primera novela, en Dos días..., no hay nada de eso (esquematismo formal). Quizás porque la escribí fuera de España, cuando yo vivía en Colombia, o quizá porque nunca me sentí identificado del todo con los más toscos presupuestos de la literatura social. En Dos días..., y a pesar de cierta deliberada contención decorativa, hay una preocupación estilística que a veces logra superar las exigencias literarias de la historia. (Villanueva, Tino, (1985) “José Manuel Caballero Bonald”, Cuadernos del Norte 30: p.55)

 

En otra entrevista, el escritor vuelve sobre la cuestión, reivindicando la calidad literaria de su primer relato y justificando su factura:

 

Yo nunca abandoné mi preocupación por el lenguaje, a pesar de que las más toscas y zafias consignas del socialrealismo parecían imponer una literatura muy de situación. Era una literatura de urgencia que requería ser útil a cierto doctrinario. A mí eso no me preocupó nunca demasiado y creo que no me contagié de ese esquematismo, sino que seguí trabajando. (...) Creo que hay momentos en la historia que exigen del escritor un cierto compromiso moral o de denuncia política de ciertos hechos. (...) No obstante, en ningún momento olvidé que para hacer literatura, o para que una literatura cumpla su misión social, tiene que empezar siendo buena literatura. Ahora bien, estoy convencido de que la novela supera esas consignas previas del socialrealismo. (Vilà, Anna y Anna Pi (1995), “Entrevista a Caballero Bonald”, Quimera  140-141: p.30)

 

Al contrario, en su primera novela ya apunta, agazapado en un realismo comprometido, una evidente concepción estética. En una entrevista concedida a José Luis Cano para Ínsula  en 1962, CB plantea sus objetivos con claridad:

 

He intentado reproducir, con la mayor objetividad posible, una determinada situación social y moral de mi país. La acción se desarrolla en un espacio y un ambiente concretos -las industrias del vino en un pueblo andaluz- y en un tiempo igualmente definido: dos días de setiembre de 1960. (...) Mi pretensión ha sido la de acusar para moralizar, limitándome a presentar unos hechos y unas circunstancias de los que he sido riguroso testigo. (Cano, José Luis (1962), “Charlando con Caballero Bonald”, Ínsula 185: p.5)

 

Por lo demás, como se verá en la exposición de la narrativa contemporánea, la aparición de Dos días de setiembre coincide con el inicio del declive del socialrealismo. Ese mismo año se publica Tiempo de silencio de Luis Martín Santos, novela comprometida  a su manera, en cuanto que denuncia las lacras de la sociedad española, pero de una exigencia formal que rompe con la estrechez de miras del realismo más prosaico. Todos estos datos subrayan la peculiaridad de la primera novela de Caballero Bonald en relación con el contexto. Nada extraño tratándose de un escritor caracterizado por mantenerse fiel a su concepto de literatura. Por lo demás, la novela consigue una cierta difusión al serle concedido el premio Biblioteca Breve 1961. Es traducida al francés por Jean Garavito y publicada en 1966 en Éditeurs Français Réunis, al checo por Milos Vesely en Odeon Praga en 1968 y al rumano en 1970 por Silvia Vîscan en Editura Univers.

 

            Doce años más tarde, en 1974, el escritor da a conocer su segunda novela, Ágata ojo de gato, que consigue el último premio Barral, rechazado posteriormente por el autor al conocerse que sólo tres de los nueve miembros del jurado la habían votado. Se trata de una novela de un espacio y una lengua desbordantes, lo que supone un contraste notable respecto a Dos días... Sin embargo, la preocupación estilística no es una novedad en el autor. Los años transcurridos, asimismo, han presenciado el descrédito del socialrealismo y el ascenso de la narrativa hispanoamericana, cuyos autores, dentro de su disparidad, se caracterizaban por una renovación de la lengua narrativa y por una atención a los aspectos simbólicos menos lineales de la realidad.

 

En España, por otra parte, se ha desarrollado un tipo de novela experimental, de repercusión minoritaria entre el público lector, en contraste a la linealidad realista. Para la fecha en que aparece Ágata...  ya ha publicado Gonzalo Torrente Ballester La saga/fuga de JB  en 1972,  un vasto relato que, entre otros aspectos, puede entenderse como una parodia del experimentalismo y una defensa de la fantasía creadora. En 1975 Eduardo Mendoza da a conocer su primera novela, La verdad sobre el caso Savolta, en la que, si bien todavía se aprecian ciertos rasgos experimentales, se observa con claridad la tendencia a la recuperación de la narratividad, orientación que será dominante en los ochenta.

 

En este contexto, Ágata ojo de gato  supone el desarrollo de una propuesta narrativa personal de carácter barroco y alegórico, con ciertas conexiones con el experimentalismo coetáneo. Asimismo, la presencia de la naturaleza como una fuerza salvaje puede relacionarse con una tendencia histórica en la novela hispanoamericana, de la que Caballero Bonald es conocedor. Sin embargo, el sentido general del relato y la propuesta literaria de Ágata... nacen de la preocupación del autor por su tierra y del concepto de literatura madurado por el escritor, al margen de modas, como atestiguan las citas siguientes:

 

Y lo que yo me he propuesto en buena parte de mi obra es sustituir la historia por sus presuntas equivalencias mitológicas. Para eso me vienen muy bien ciertos recursos barrocos, digo yo. (Martínez de Mingo (1983): “Fabular nuestras carencias”, Quimera  28: p.30)

 

También suelo decir que lo que ahora intento, ya sea en poesía o en novela, es buscarle a la historia sus posibles equivalencias mitológicas, una sustitución legendaria de la realidad, algo así. Comprendo que pueda resultar un tanto barroca, que su léxico pueda ser bastante exuberante, pero eso es deliberado. (Villanueva, Tino: op.cit., p.56)

 

El propio escritor reconoce su admiración por la literatura hispanoamericana; sin embargo, su interpretación de Ágata... se remonta más todavía en el tiempo. Así, al preguntarle el periodista por la posible influencia de La vorágine  de José Eustaquio Rivera, esto responde:

 

La vorágine  me gustó mucho, es un libro medio romántico en el cual la selva se traga al viajero y a los que después van a buscarlo; el mito que hay encerrado en esa historia me atrae. Pero en mi novela Ágata..., centrada en el coto de Doñana, recupero un mito clásico, Telus Mater (la tierra madre), una madre que aniquila a todo aquel que pretende ultrajarla. (...) Ese mito me parece importantísimo en toda mi obra. (Vilà, Anna y Anna Pi (1995), op.cit., Quimera nº 140-141: p.31)

 

Es interesante, por lo demás, constatar la conexión existente entre la labor poética  y narrativa. El propio escritor describe en una entrevista el proceso compositivo de Ágata... y subraya en él su coincidencia con la escritura de Descrédito del héroe. Esta redacción paralela subraya la escasa consistencia de las fronteras genéricas:

 

Me ocurrió (para relacionar poesía y novela) una cosa curiosa cuando estaba escribiendo Ágata ojo de gato.  La escribí coincidiendo con Descrédito del héroe, y, a veces, la novela misma, la escritura de la novela, el desarrollo temático, el ritmo de la narración, me dio para hacer poemas al mismo tiempo. O sea, que hubo un momento en que estaba redactando Ágata ojo de gato  y de pronto se me ocurría algo, lo anotaba, y eso se convirtió luego en unos diez poemas de Descrédito del héroe.  Eso me servía casi de ejercicio de agudización de la palabra o de lo que estaba haciendo con Ágata.  (Payeras, María (1987), op.cit., p.246)

 

            En  1981 publica Toda la noche oyeron pasar pájaros, novela que recibió el premio Ateneo de Sevilla. Se trata de un relato que reconstruye una historia familiar protagonizada por una atípica familia inglesa afincada en la Baja Andalucía. De forma alegórica, el escritor plantea una visión de la historia de su tierra llena de ambigüedad, con un tono literario muy característico. Como puede observarse en su poesía, Caballero Bonald explora también en esta novela los aspectos oscuros de la conducta humana haciendo gala de un desinhibido malevolismo. La siguiente cita, si bien referida a su poemario Laberinto de Fortuna, un poco posterior (1984), demuestra los intereses del escritor en esa época:

 

Es un libro que yo quiero, porque está muy ligado a Descrédito del héroe.  Hay en él el mismo malevolismo, una cosa tortuosa, venenosa, eso que me gusta decir, de ahondar, escarbar, por las zonas prohibidas de mi experiencia. (ibíd., p.243)

 

            En 1988 Caballero Bonald publica En la casa del padre, premio Internacional Plaza y Janés de novela. En ella, el escritor opera una transformación poética de la novela realista en  cuanto que se ocupa de una saga familiar ubicada en un espacio reconocible, el bajo-andaluz, a lo largo de este siglo, pero somete a la historia a una manipulación en la que destaca el elaborado tratamiento literario. La diferencia con Dos días de setiembre  estriba en la libertad escogida por el autor, al margen de las constricciones del testimonio literario. Se trata de la historia del ascenso y decadencia de los Romero-Bárcena, criadores de caballos y vinateros, desde distintos puntos de vista. A través de este relato puede observarse el retrato social y político de la vida sureña con especial énfasis en el estudio de una cierta burguesía emblemática de Jerez. Asimismo, se observa un creciente interés, presente ya en Toda la noche oyeron pasar pájaros  y confirmado ahora, por el análisis de las relaciones familiares y la ambigüedad de los sentimientos.

 

            En 1992 aparece Campo de Agramante, novela en la que un narrador en primera persona refiere los trastornos sensoriales que le permiten prever acontecimientos por vía auditiva. A través de las anomalías experimentadas por el protagonista, el autor plantea las limitaciones de los sentidos humanos, su carácter engañoso. Dejando a un lado el análisis de la sociedad jerezana, auscultada en sus aspectos menos evidentes en otros relatos, el autor se ocupa de una serie de personajes extraños, rodeados a menudo de unos espacios igualmente sorprendentes, como la sierra de Grazalema. Permanece, sin embargo, el interés por el conocimiento del lado menos claro de las relaciones familiares, la ambigüedad de sus lazos, asunto que ya se ha señalado en las novelas precedentes. El título escogido por el autor para su novela, de resonancias clásicas, remite al lector a la idea de confusión, la misma que nos proporcionan nuestras percepciones.

 

            En  1995 publica Tiempo de guerras perdidas con el subtítulo La novela de la memoria 1. Se trata de una obra autobiográfica en la que el autor relata su vida desde el nacimiento en una familia de la pequeña burguesía jerezana hasta el término de su servicio militar. La narración constituye una secuencia de formación en la que el protagonista reconstruye el pasado familiar y explica las diferentes vías por las que va buscando su camino en la vida. El propio autor subraya las limitaciones de la autobiografía:

 

He escrito este libro como si fuese una novela - La novela de la memoria-  en la que yo soy el protagonista. Muchas cosas que cuento a lo mejor no son verdad, pero son posibles. Ese niño que yo fui de ninguna manera está ahí representado en toda su amplitud humana, sino que solamente es una aproximación, una trampa a través del tiempo. Cuando yo ya soy adulto, un viejo, intento redescubrir a ese niño, a ese adolescente, y eso es siempre imposible. Decía Castilla del Pino que toda autobiografía es un autoengaño, a lo que yo añado que todo el que recuerda, miente. (Vilà, Anna y Anna Pi, op.cit., p.32)

 

En 2001, el escritor publica la continuación de sus memorias, con el título de La costumbre de vivir. Se trata de un relato, englobado también bajo la etiqueta de “novela de la memoria”, que continúa el proceso de formación del escritor y muestra su evolución personal hasta la muerte del general Franco. La narración incorpora a su esquema secuencial básico, centrado en la consolidación del proyecto personal del protagonista, una serie heterogénea de reflexiones, entre las cuales destacan las referencias metaliterarias y las valoraciones de corte ensayístico.