Aproximaciones a «Sueños»El relato de Ernst Jünger (1895-1998) tiene una gran carga simbólica, tan espesa que sería difícilmente agotable por medio de la interpretación y la activación de los símbolos que despliega, ricos y sugerentes. Es clara la recurrencia a los símbolos del infinito (el uroboros, el número 8), los anillos (círculos) y las espirales como representación del tiempo y la memoria como estructuras circulares, autorreferentes, centrípetas. El recuerdo del tiempo pasado vivido en París sirve para unificar y sincronizar los planos espacio-temporales, propiciando la coincidencia en una dimensión (o vórtice) donde convergen el pasado, el presente y el futuro. Hay referencias a anécdotas y personajes históricos, un museo, recuerdos personales de distintos momentos en la historia de la ciudad. Esa dimensión múltiple de la conciencia del personaje-narrador atraerá la atención del lector sobre las claves de interpretación del relato.

 

Ya desde el título, el cuento propone sus propias claves de lectura: «Sueños» se presenta como una palabra polisémica que hace referencia tanto al imaginario del subconsciente que opera en el sujeto dormido como al imaginario fantasioso del deseo. El cuento arranca con la narración de un viaje en avión y un confuso periodo de sueño que tiñen la peripecia de una tonalidad onírica desde el principio. El narrador no puede asegurar de dónde viene (espacio), y la referencia a las horas (tiempo) es externa e inestable:

 

«Gracias al salto de tiempo había ganado seis horas, me dijo la azafata que me había atendido. No podría haber calculado el lugar en el que había dormido, pero sí la distancia recorrida, claro que para nosotros esto ya no es tan importante como en los tiempos de la diligencia. Quizá pasé la noche en una capital del lejano Oriente…».

 

La aparición del camarero en la historia dispara la transformación del espacio —un espacio conocido, que es «familiar»— en metafórico. Este es un momento crucial en la evolución del cuento, ya que supone el punto de giro en el que se adentra en la espesura fantástica propia del «sueño». Cabrían varias interpretaciones sobre esta figura, como por ejemplo la proyección en la propia juventud del narrador. Tampoco habría que descartar el componente homoerótico: una relación «prohibida» que desata el infierno en la vida del hombre mayor, un infierno lleno de peligros y amenazas, inseguridades, tabúes, etc. El infierno figurado también, desde luego, tiene el componente bélico y de destrucción que propicia el recuerdo de la guerra. Ambos elementos se unifican en torno a la dialéctica tanatos/eros, a la fraternidad de los soldados en la guerra y su enfrentamiento a los peligros y la presencia constante de la muerte. Todo ello aparece envuelto en las referencias al fuego, la lava, los estallidos, la destrucción, la violencia, etc., que a su vez retrotraen el imaginario a un tiempo primordial, originario, geológico o mítico.

 

En esta línea, vemos en el relato que la transformación del espacio es a su vez un viaje o transformación del tiempo (en el sentido de las coordenadas espacio-temporales), o viceversa: el recuerdo y la memoria disparan una serie de asociaciones que se manifiestan en el texto por medio de la transformación del espacio referenciado. La plasticidad de este vínculo entre espacio, tiempo y memoria, y la capacidad de la peripecia y sus símbolos para generar relaciones significativas, sitúan al lector en un ámbito de creatividad interpretativa. La fuerza de lo que podríamos llamar «lirismo simbolista», una marca constante en la narrativa de Ernst Jünger (Sobre los acantilados de mármol, Eumeswil, Heliópolis, Tempestades de acero, etc., etc.), actúa como un acicate para la imaginación y una invitación activa a la participación del lector.