El multiverso de BöcklerIngeniero, arquitecto y grabador, Georg Andreas Böckler (¿1617?-1687) desempeñó su trabajo como técnico y teórico principalmente en la ciudad de Núremberg, donde publicó en el año 1661 su obra más influyente, el Theatrum Machinarum Novum, una antología comentada de distintos diseños de molinos, clasificados según el tipo de energía aplicada para su funcionamiento. Estos molinos representan la tecnología más avanzada y el principal teatro de operaciones mecánicas de aquella época. El trabajo de Böckler consistió en ordenar y describir las láminas que había adquirido el editor Paulus Fürsten, junto con las planchas de cobre provenientes de las ediciones de 1618 y 1629 que hiciera Octavius Strada del compendio de molinos y máquinas hidráulicas más destacadas del acervo renacentista (Ramelli, Zonca, Salomon de Caus…). A ellas sumó sus propios diseños de molinos auto-operados y con mecanismos de movimiento perpetuo, basándose principalmente en variaciones sobre el Tornillo de Arquímedes.

 

El fantasma en la máquina

 

            La aportación personal de Böckler al universo de los ingenios hidráulicos, su campo de conocimiento más extenso, está contenida en Architectura Curiosa Nova (1664), una serie de grabados que incluye el diseño de fuentes y dibujos geométricos para jardines. Máquinas-escultura o esculturas mecanizadas que introducen un factor distintivo en la larga tradición de artilugios automáticos pensados para el entretenimiento, el espectáculo o el trabajo, una historia que incluye los templos “domotizados” de Herón de Alejandría y la fascinación por la figura del autómata, que se extiende desde la leyenda del Golem hasta el robot de Karel Čapek, pasando por los múltiples inventos de Leonardo da Vinci, la moda fulgurante del falso Turco ajedrecista de Wolfgang von Kempelen, el pato mecanizado de Vaucanson, las monstruosidades humeantes de la Revolución Industrial o la tortuga electromecánica de William Grey Walter, y que en definitiva no es otra cosa que la atracción atávica por la magia de un demiurgo capaz de intervenir de forma programática sobre lo inanimado, variaciones sobre el mito de la creación. El diseño de un mecanismo que, una vez construido y puesto en marcha, sea capaz de gestionar energía y transformarla en acción, ha cautivado la imaginación del homo faber desde sus orígenes. El rasgo innovador de las fuentes creadas por Böckler es el carácter holístico que les imprime como artefactos: máquinas esculturales que producen movimiento por medio de complejos sistemas de tuberías y depósitos que les dan una gran autonomía, capaces de crear figuras efímeras y cambiantes, producir series dinámicas y componer sonoridades armónicas. Coreografías unificadas y automatizadas que no existían con ese cariz tecnológico en la tradición árabe y europea del arte de las fuentes. Máquinas decorativas sin otro propósito que servir para el solaz, el gozo estético o la contemplación, liberadas de toda obligación productiva o utilitaria. Las máquinas performativas de Böckler encontrarán en el Locus solus (1914) de Raymond Roussel, casi tres siglos más tarde, su más alta y significativa cumbre.

             Tras escribir un tratado de heráldica y publicar otros volúmenes influyentes en el terreno de lo que hoy conocemos como ingeniería mecánica de fluidos, manuales de aritmética para uso militar y tratados de arquitectura civil, Böckler se trasladó en 1668 a la ciudad de Offenburg para realizar su proyecto más ambicioso: el Mühle des Seins (Molino del Ser).

            En el término municipal de Offenburg, ciudad situada en el corazón de la Selva Negra, la familia de su madre tenía una posición acomodada y muchas hectáreas de bosque. Allí hizo despejar una zona ovalada amplia y construyó un inmenso molino de treinta metros de altura y ciento cincuenta metros cuadrados de planta, levantado con bloques de piedra local. Utilizó una fórmula inédita para la cimentación, combinando de manera original los componentes del pórfido granítico de la zona, alterando el equilibrio natural de su composición de fenocristales de cuarzo y su matriz microgranuda holocristalina. Esta cimentación, que abarca un perímetro que triplica el del propio edificio, está pensada para impedir que el bosque interfiera en el funcionamiento del molino. Por dentro, se supone que el molino está dotado de un completo sistema automatizado que se alimenta a partir de tres fuentes de energía esenciales: viento, agua y fuego. El viento mueve las aspas, el agua activa los mecanismos hidráulicos y el fuego genera vapor. El sistema integrado de engranajes, palancas, llaves, ruedas, mazas, cuerdas, ejes, embragues, rodeznos, turbinas, cuñas, válvulas, membranas… tiene sus partes completamente interconectadas y entre sus funciones automatizadas está la de hacer rotar las aspas del molino para sacar siempre el mayor partido a la dirección del viento, filtrar la materia orgánica arrastrada por la corriente de agua, situarla en un secadero de altura e introducirla en una tolva destinada a alimentar las tres incineradoras que sirven para calentar agua, calentar la estancia y cocinar, a su vez conectadas a dispositivos térmicos y cronométricos que regulan la frecuencia operativa según parámetros variables como el clima, el calendario o el horario. El tratamiento de los residuos también está automatizado y todo el funcionamiento del edificio, en definitiva, se sostiene en una complejísima red de mecanismos, construidos para ejecutar las más variadas acciones. El aprovechamiento de la energía está calculado al milímetro, y el molino resulta una fortaleza infranqueable y hermética (el sistema de ventilación se hizo a partir de sutiles conductos de aire colocados a lo largo de todo el cilindro del edificio, en forma de serpentinas ascendentes y descendentes). Se especula incluso con el hecho de que el Mühle des Seins puede contener alguna modalidad rudimentaria de electromagnetismo, aunque ese diseño no aparece en los cuadernos y planos conocidos [albergados en la biblioteca Bonatzbau de la Universidad de Tubinga].

Se especula con ello, pero a ciencia cierta, no se sabe qué hay realmente dentro del molino. La construcción estuvo olvidada y cercada por el bosque hasta el año 1877, cuando el municipio de Offenburg reparó en ella a partir de unas reclamaciones sobre la propiedad del terreno. La importancia del hallazgo hizo que las autoridades locales ordenasen una protección especial para el edificio, y a partir de entonces, administran ese patrimonio con celo. Un celo que para muchos ha sido y es inexplicable: nunca se ha permitido la entrada al edificio y se han denegado las autorizaciones para realizar tareas de investigación de forma sistemática, a pesar de que numerosos colegios de ingenieros del mundo entero se han mostrado dispuestos a financiar todo tipo de proyectos científicos y museísticos. La explicación a este fenómeno tiene confusos tintes schrödingerianos y esquizoides. Por un lado, la ciudad se jacta de ser la depositaria de la primera casa completamente domotizada de la historia y de representar el intento barroco más acabado de una máquina de movimiento perpetuo, pero basándose en conjeturas, ya que nadie ha entrado al edificio. Por otro lado, si nadie entra a comprobar de forma empírica lo que hay allí, se da por prueba suficiente el hecho de que las aspas del molino giran (el único mantenimiento que recibe el molino es la constante puesta a punto de sus aspas y la limpieza de los canales de alimentación) y de que las fórmulas matemáticas y planteamientos físicos examinados en los planos y manuscritos de Böckler son correctos. Así, la maquinaria de movimiento perpetuo de Böckler es un mito instalado en la indeterminación. Si el edificio no se abre, la maquinaria estará por siempre funcionando, y a la vez en suspenso.

Pero la historia del Mühle des Seins tiene un lado aún más fantástico. Los documentos de la época registran un bando de la comuna de Offenburg fechado en 1675 que señala a los vecinos de la localidad que está prohibido acercarse al edificio y amenaza con duras sanciones cualquier intento de pillaje. Ese mismo año, Böckler concluyó la obra y se trasladó a Ansbach para trabajar al servicio del margrave Johann Friedrich von Brandenburg-Ansbach, donde moriría en 1687 sin haber regresado jamás a Offenburg. Las hipótesis sobre la coincidencia de estos hechos (la finalización de la obra y el traslado de Böckler) son varias, pero la más interesante de reseñar es la elaborada por el profesor de hidrodinámica Cedric Holler, un estudioso valón que propone la idea de que Böckler puso en marcha la maquinaria y no pudo entrar en el edificio. Según esta versión, amparada en un elemento clave del diseño que aparece en los planos originales, la activación principal de todo el mecanismo se daba liberando la trampilla del conducto de agua canalizada desde el río Kinzig, un afluente del Rin que pasa junto a Offenburg. La necesidad de guardar un riguroso secreto sobre la ubicación de la fuente, sumada a un error de cálculo elemental, hizo que al volver al molino este ya hubiese cerrado el portón, una vez puesta en marcha la maquinaria. Böckler se vio en la apurada situación, según sostiene Holler, de decidir si merecía la pena asediar su propia fortaleza inteligente o resignarse a dejarla abandonada a su propia suerte. Es de suponer que caviló durante muchas jornadas, imaginando cómo estaría funcionado dentro la maquinaria diseñada para hacer un buen trabajo, mientras miraba el humo de las siete chimeneas que coronan el edificio elevarse hacia el cielo con la frecuencia programada, formar columnas regulares y posteriormente figuras helicoidales, para luego convertirse en formas enmarañadas y por último, indiferenciables.

Esta situación, que se nos antoja reveladora de algún tipo de verdad de orden superior, ha dado lugar a una pequeña pero influyente serie de repercusiones literarias, filosóficas y tecnoculturales. Aquellos versos que Novalis insertó en Die Lehrlinge zu Sais (Los discípulos en Sais, 1802) sin duda estaban dedicados a Böckler:

 

Hundes tus anhelos de inmortalidad como manos

En el río que todo lo mueve, lo viejo y el porvenir.

Buscas rasgar la membrana de lo impenetrable:

Has sido invitado a la Casa del Fuego, al Molino del Ser.

Eres morador eventual, habitante de paso.

 

El pensamiento enigmático y lírico de Novalis ha desembocado en el sistema filosófico de Martin Heidegger y en su ya famosa (y problemática) máxima incluida en la Carta sobre el Humanismo: “El lenguaje es la casa del ser” (Die Sprache ist das Haus des Seins). Esta idea ha hecho correr mucha tinta y ha movido muchos molinos filosóficos: solo dentro de esa casa le es permitido al hombre ser. Parafraseando al filósofo británico Gilbert Ryle (The Concept of Mind, 1949), la mente no es el fantasma en la máquina del cuerpo. La mente es la máquina.

            En el ámbito del especial interés posindustrial por los edificios inteligentes, Böckler tiene un declarado continuador en la figura de Bruno Borenstein, un ingeniero estadounidense de origen alemán que fundó en el año 1989 la empresa B. O. Technologies, cuyo proyecto Domotics for Sabbath la ha situado entre las principales empresas tecnológicas del mundo. Como sucede con las investigaciones científicas aplicadas a la industria militar, que tiempo más tarde acaban introduciendo sus innovaciones en la tecnología de uso civil, Domotics for Sabbath empezó siendo un sistema de automatización del hogar destinado a facilitar la vida de los judíos que, respetando las prescripciones de los ritos judaicos, querían a su vez normalizar sus actividades sociales y laborales, y acabó siendo un sistema universal empleado en las más variadas circunstancias. Una sencilla programación permite al usuario operar un ascensor, encender y apagar luces, hacer y recibir llamadas telefónicas, encender el horno o ver la televisión sin tener que activar de forma manual ningún dispositivo.

            Nos quedamos con la imagen de Böckler frente al portón sólidamente cerrado de su Mühle des Seins, contemplando la hermética perfección de su ingenio, presa de un sentimiento ambiguo entre la satisfacción y la desesperación, sabedor de que su logro tiene un precio amargo: haber creado una casa que no puede habitar.

 

ERNESTO BOTTINI

 

 

Bibliografía:

- Ansgar Stöcklein. Leitbilder der Technik. Biblische Tradition und technischer Fortschritt. Moos. Múnich, 1969.

- Arthur W. J. G. Ord-Hume. Perpetual Motion: The History of an Obsession. George Allen & Unwin. Londres, 1977.

- Bernd Vollmar. “Die deutsche Palladio-Ausgabe des Georg Andreas Böckler, Nürnberg 1698”. En Beitrag zur Architekturtheorie. Ansbach, 1983.

- Lorraine Daston y Katharine Park. Wonders and the Order of Nature, 1150-1750. Zone Books. Nueva York, 1998.

- Martin Burckhardt. Vom Geist der Machine. Eine Geschichte kultureller Umbrüche. Campus. Fráncfort del Meno, 1999.

- Cedric Holler. Georg Andreas Böckler: Mécanisme de l'imagination créatrice. Editions universitaires de Mons-Hainaut. Mons, 1965.

 

 

Este texto apareció originalmente en el Nº V de la Revista Multidisciplinar de Función Lenguaje.